sábado, noviembre 24, 2012

Los contrastes de Ricardo Arjona

Durante el primero de cuatro conciertos en la Arena Ciudad de México, el guatemalteco echó mano de sus éxitos para conquistar a la audiencia

Ante una propuesta como la de Ricardo Arjona no hay espacio para los titubeos. Ya sea que se le ame o se le odie, el guatemalteco se da por satisfecho con sacudir conciencias.

Lo logra con facilidad amparado en la rima fácil y por momentos simplona, y sin embargo efectiva, capaz de seducir y de contagiar. Miles de gargantas al unísono lo demostraron.

Así se explica que en el primero de sus cuatro conciertos en la Arena Ciudad de México haya cautivado a ocho mil personas que hicieron suyos esos criticados versos.

Para quienes acudieron al reencuentro con el cantautor no había espacio para las críticas, todos coincidían con el deseo de cantar al lado de él aquellos temas que a otros molestan. En la música hay espacio para todos.

Los cantaron con fuerza suficiente para opacar por momentos la banda de hasta diez músicos que acompañaron a Arjona en el escenario, un espacio lúdico, cambiante, que invitaba al espectador a sumergirse en diversos matices del universo que ha creado el intérprete a través de sus composiciones.

El entarimado, con una imponente producción, daba vida a un estudio, a una recámara, un circo y un bar. Giraba sobre su propio eje para dejar al descubierto nuevos elementos que interactuaban con las canciones, que las dotaban de profundidad y de contexto ante un enardecido público que lo recibió con palmas y gritos.

El de Guatemala, guitarra en mano, no dejó pasar la oportunidad, y desde un inicio apostó por la conquista. Animal nocturno, como él mismo dijo, fue un retorno al origen, al punto en el que comenzó el idilio entre el público mexicano y su música, ésa tantas veces criticada, pero tantas más gozada, como la noche del miércoles.

Acompáñame a estar solo, Mi novia se está poniendo vieja e Historia de taxi, títulos provocativos no hacían sino demostrar el arraigo que han tenido entre la gente que, de principio a fin, las cantó sin pena alguna.

Fueron apenas dos horas, insuficientes a juzgar por los ánimos de los asistentes que querían más, pero bastantes para que Arjona comprobara el éxito que tiene, en parte quizá, gracias a la sencillez que lo caracteriza sobre el escenario y que demostró cuando subió al entarimado a Mónica, a quien cantó Señora de las cuatro décadas.

Esos pequeños detalles abonaban en la cuenta del guatemalteco que iba de un estado de ánimo a otro.

En un esfuerzo por abarcar tanto como le fuera posible, el cantautor mezclaba sus canciones. En una misma tanda juntó Dime que no, Cuándo, A ti y Cómo duele. Pequeños guiños de sus composiciones con los que buscaba complacer a quienes habían acudido a su llamado.

Bromeaba cuando cantaba Reconciliación y daba tintes melodramáticos a la velada cuando Sin daños a terceros saturaba el ambiente.

Dicharachero, Arjona contaba las historias que habían dado vida a sus canciones. Hablaba del amor que lo había inspirado y de los desamores que lo habían orillado a la música.

Luego apareció Gaby Moreno, su protegida y la joya de su sello discográfico, para que juntos cantaran Fuiste tú y con ella comenzaran a perfilar el tramo final de la noche.

Si el norte fuera el sur, Te conozco, Te quiero y El problema fueron las elegidas para cerrar el concierto, pero ante los gritos y aplausos de la gente, Arjona volvió por más.

Minutos y Mujeres pusieron el punto final a la primera noche del Metamorfosis World Tour y, con ellas, de nueva cuenta, quedó claro que con Arjona no hay puntos medios. Se le ama o se le odia. A juzgar por su reencuentro con sus fans mexicanos, la noche del miércoles, no hubo espacio para el odio.

Fuente: Luis Felipe Castañeda / Excélsior

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